GABRIELA VAZ | BUENOS AIRES
Conversar con China Zorrilla es una empresa incontrolable; ochenta y
nueve años de recuerdos y hábitos se apoderan del timón. A la media
tarde de un lunes inesperadamente caluroso, sentada a la penumbra del
living de su apartamento porteño -un contrafrente que da a un pequeño
jardín en el barrio Recoleta-, mientras una mano revuelve un café y la
otra juega entre galletitas, China habla de lo que quiere hablar y
vuelve una y otra vez sobre los temas que la envuelven, sobre las
memorias que la cautivan. Pero no hay exposición que en su boca pierda
gracia. Solo ella interrumpe su relato para levantarse de su silla y
perderse en una búsqueda de pruebas materiales. Un cajón rebosante de
fotos, recortes de diario y cartas la distraen mientras maneja la
situación a su antojo con una naturalidad tan inconsciente que, de
repente, la entrevista se difumina al punto de parecerse más a la visita
a una abuela dulce, desfachatada y entrañable.
Si fuera necesario presentarla, un resumen podría detallar que
Concepción Zorrilla de San Martín, más conocida como "China", es una de
las actrices más prestigiosas del Río de la Plata, con alrededor de 35
películas, decenas de programas de televisión e incontables obras de
teatro en su currículum. Pero su figura trasciende cómodamente la
dimensión actoral. Hija de José Luis, escultor de obras como el
Monumento al Gaucho o el Obelisco montevideano, y nieta de Juan,
escritor de clásicos de la literatura uruguaya como La leyenda patria o
Tabaré, combina una cuna de alcurnia con la espontaneidad que brinda el
contacto con la calle. Su simpatía sin límites logra que nunca
desentone; ella se siente confortable cualquiera sea el decorado.
Su anecdotario personal es infinito, multicolor, como de quien ha vivido
diez vidas en una. Además de su Montevideo natal y su Buenos Aires
adoptiva, residió en París, Londres, Nueva York y Madrid. En su agenda
telefónica han figurado desde Dustin Hoffman hasta Diego Maradona. Se
junta a tomar cafecitos con la presidenta argentina, Cristina Fernández
(una foto junto a Néstor Kirchner se destaca sobre el piano de su sala),
y con el primer mandatario uruguayo, José Mujica, pero también ha
sabido almorzar en un asentamiento, invitada por un taxista porteño como
forma de agradecerle un préstamo monetario que ella decidió realizarle
tras una breve charla como pasajera. Cuando se le recuerda la historia,
se detiene en la confianza. "Me trajo la plata y fui a almorzar a la
casa, no me olvido más. En una especie de conventillo, estaba con la
mujer y los dos hijos. Hizo un churrasquito con unas papitas y ese fue
el agradecimiento; era todo lo que podía hacer conmigo... Muchas veces
la gente está como pidiendo algo y no pide tanto que no le podamos dar.
Yo no me sentía heroica porque le había dado aquel dinero, no me acuerdo
cuánto era. Pero me lo trajo. Siempre le tuve fe a la gente y hasta
ahora nunca me arrepentí".
Sus dos frases de cabecera, que descubren su condición de creyente,
aparecen en cuanta nota se le realice: "Ama al prójimo como a ti mismo" y
"Hay que echar a los mercaderes del templo". Para ella, más que
palabras, son un axioma. "Cuántos males hubo en el mundo donde la culpa
la tuvo el dinero. No se acaba la lista. Y es un enemigo difícil de
vencer. Desgraciadamente es así. Yo te juro por Dios que no tengo ni la
menor idea de la plata que tengo...". Las palabras todavía flotan cuando
de repente la mirada de China queda fijada en Flor, su perrita
Yorkshire, que durante parte de la entrevista remolonea sobre la mesa.
Entonces el tema cambia sin aviso. "Entre un perro y un ser humano puede
generarse una relación de ternura, de afecto… Yo quiero llevar perros a
las cárceles. Cuando tenés un perro, después de un tiempo, le hablás, y
de alguna manera el perro te contesta. ¿Verdad Flor? Mirá, ahora no me
da bola porque sabe que me voy, está enojada conmigo. ¿Me querés, Flor?
¿Me querés, de veras?", pregunta con ternura al tiempo que acaricia a
la mascota responsable, dice ella, de que ya nunca se sienta sola.
La soledad es otro de los temas que la ocupan. Más adelante hablará, sin
preguntas previas, casi por inercia, sobre los amores que no fueron.
Pero como con casi todo, también al respecto atesora una anécdota
risible. Una vez, parada en la puerta del teatro, vio a un anciano que
pasaba por la calle "con tal cara de soledad" que decidió entablarle una
conversación preguntándole si acaso no se conocían de algún lado.
Sorprendido, él le dijo que no, que ojalá así fuera, a lo que ella
contestó: "Bueno, ahora me conoce. ¿No piensa entrar a ver la obra?". Él
le explicó que era jubilado y no tenía dinero para la entrada, entonces
ella lo invitó. El registro de aquel breve encuentro salta en la letra S
de su agenda: "Sergio, viejo solitario vereda de Santa Fe".
El señor S se convirtió así en vecino de página de Greta Garbo, a quien
China también mantuvo agendada un buen tiempo, aunque esa vez al número
lo sacó de la guía durante su estadía en Estados Unidos. Sólo en una
ocasión la llamó, no se animó a hablarle y cortó. Se ríe al recordarlo.
Quizás por aquel entonces todavía faltaba para que desarrollara una
audacia periodística que la llevó a desempeñar ese oficio durante un
breve período. Escribió para el diario El País y realizó entrevistas
para televisión. Alguna reliquia documental que versa sobre esa época
vaga en Internet: quien busque "China Zorrilla y Freddy Mercury" en
YouTube se topará con la actriz entrevistando al líder de Queen para el
programa Videoshow, en una visita que la banda británica realizó al
estadio de Vélez en Buenos Aires, en 1981.
El mismo sitio web regala a los internautas un episodio mucho más
reciente y pintoresco: entre los videos protagonizados por la actriz que
se enlistan en la red, uno de los más vistos es el que la muestra
fastidiando con notable gracia a Mirtha Legrand, al atender el celular
en medio de un almuerzo televisivo y cruzarse frente a cámara tal como
si fuera un estipulado paso de comedia.
Y el anecdotario sigue abierto. Actualmente, con 89 años, China forma
parte del ciclo itinerante "Teatro para todos", auspiciado por el
Ministerio de Cultura porteño, dentro del que encabeza la obra Las
d`enfrente, que todos los martes y viernes se presenta en distintas
salas de Buenos Aires.
En su piso de la calle Uruguay, donde se ubicaron todas sus residencias
en Argentina - "¿podés creer?", repite ella como incrédula, al marcar
una coincidencia que la acompaña hace 40 años-, rodeada de premios,
obras de su padre y un piano que más tarde se animará a tocar, se las
arregla para conjugar verbos en todos los tiempos posibles.
-¿Tiene idea de la cantidad de reconocimientos que acumula?
-¡Acumulo años! ¿Sabés la edad que tengo? Además estoy en un país que no
es el mío, yo soy uruguaya. Vine a hacer una cosa y aquí me tenés. Pero
me emociona cómo me miman los argentinos.
-Ha dicho que los mejores papeles de su vida son los que ha tenido de mayor. Hoy, ¿en qué se fija para aceptar un trabajo?
-Lo que yo hago mejor no lo he podido hacer mucho porque no te lo
ofrecen muy seguido. Pero considero que soy una actriz cómica. Sé hacer
reír sin la puteada, sin el desnudo. Yo admiré a Chaplin, que hizo reír a
no sé cuántas generaciones sin jamás decir una mala palabra ni un
chiste de doble sentido, simplemente con humor. Creo que eso es lo que
hago mejor. Si está bien escrita la obra, no tenés que estar a las
puteadas, como a veces que me da vergüenza ir al teatro. Pero me sigue
gustando, no lo dejaría por nada en el mundo. Y no puedo pensar, en una
vida que yo hubiera podido aceptar, nada que no fuera lo que hago. Ahora
estamos haciendo Las d`enfrente, que es teatro leído (todos los actores
salen a escena con el guión en la mano). Al final aúllan de lo que se
ríen y no hay doble sentido. La gente quiere como jugar a algo y el
teatro es un juego. Un juego inteligente.
-¿Hay alguien con quien le gustaría compartir escenario y todavía no tuvo la oportunidad?
-Me gustaría alguna vez trabajar con Alfredo Alcón. No por lo que hace
ahora, sino porque la primera vez que lo vi dije: "Yo quiero estar en un
escenario y que este hombre me obligue a hablar con él, un diálogo de
los dos". Lo conozco poco y lo veo de cuando en cuando, por ahí lo llamo
y lo felicito porque lo vi hacer alguna cosa. Y hay un actor acá que la
gente no se da cuenta hasta qué punto tiene el don, que es (Guillermo)
Francella. Es pícaro, capaz de sugerir con una cara una cosa escandalosa
que no te ha dicho, no necesita una mala palabra, es un pícaro que
juega con el público, de pronto esperás una cosa subida de tono que no
es. Cuando está trabajando él, no miro a los demás, y ese es el buen
actor.
-Usted lleva un diario personal. ¿Publicaría sus memorias ?
-Mirá, hace poco encontré uno de mis artículos y sabés que me gustó lo
que digo y no me acuerdo dónde lo dejé. A veces cuando hago un
comentario de una obra de teatro me dicen ¿por qué no escribís esas
cosas? En una época lo hacía... Yo podría escribir unas buenas memorias,
pero no sé si podrían sacarme del teatro. Además, si hubiera tenido el
amor más grande con la persona más fantástica. Pero soy de la generación
de los que no hablábamos de eso. Admiro hoy en día cuando de golpe una
mujer cuenta su vida privada. Para mí es como mirar por el ojo de la
cerradura.
-Siempre se le ha preguntado mucho por qué no se ha casado, por qué no tuvo hijos...
-Porque yo siempre fui muy enamoradiza y en Montevideo, que todos nos
conocemos, todos saben por qué no me casé. Fue porque se murió una
persona que yo quise toda mi vida. En Montevideo, que somos tan pocos,
si alguien me pregunta eso la gente le hace señas al que me pregunta. Es
de las cosas que tengo guardadas. Tengo una foto de él en mi cuarto.
Como cosa original, yo no soy muy fisiquera, no me enamoro de alguien
porque es hermoso, pero cuando se murió en Uruguay, salió en un diario
en París: "Hoy se murió en Uruguay el hombre más lindo del mundo". Tengo
una foto de él en mi cuarto que no es buena. Y este cuento nunca me
gusta terminarlo... Pero no hago cuestión de eso. No lo puedo explicar.
Nadie puede explicar a otro lo que es estar enamorada. Si estuviste
enamorada lo entendés, pero si no, no hay palabras. No se escribieron
las palabras para contar lo que es amar a alguien. Yo no podía entrar
con él a comer a ningún lado, porque la gente se lo quedaba mirando… ¡Y
tengo una mala foto de él en mi cuarto! Era impresionante.
Una cosa rara. China sigue hablando de amor. Repite que fue la única de
sus cinco hermanas que no se casó, acota al pasar uno de sus únicos
romances conocidos (con el actor estadounidense Danny Kein) y se ríe al
asegurar que "solterona" es un buen insulto. Pero la conversación gira
nuevamente, esta vez hacia sus incursiones en el periodismo, y ella se
levanta decidida a encontrar "ese artículo". "Dejame buscar... ¿dónde
estará?", dice, y vacía un cajón sobre la mesa que enseguida desborda de
fotos, recortes y cartas, algunas hasta sin abrir.
"Mirá esto (lee de una página de diario): `China Zorrilla es la
responsable de que en La mujer del año Susana Giménez le cante a Perón y
a Monzón` (recita los versos). Le cantaba esto a Susana para hacerla
rabiar". Enseguida agarra una foto: "Esta era yo cuando era chiquita,
¿viste qué gorda?". Saltarina entre tanto estímulo, la atención se
desvía hacia una pequeña esquela. "Un día me vinieron a ver y les
dijeron `China no está`, entonces me dejaron esto por debajo de la
puerta", se sonríe, al tiempo que revolea el pedazo de papel en el que
se lee: "Puede irse a la mierda, vieja de mierda".
-¿Por qué guardó eso?
-Porque me hace gracia. Qué te parece, tiene la intensidad de una carta de amor.
La distracción general lleva a husmear entre las estatuillas que adornan
la entrada del living. ¿Esto es un Martín Fierro? "Son todos premios
sí...", contesta China sin mirar, absorta entre sus papeles, ya
olvidada del objetivo primario. "¿Qué era lo que estaba buscando? Ah, el
artículo... no lo encontré".
-¿Cómo es un día suyo?
-A mí me pasa una cosa muy rara: me divierte estar viva. Le saco jugo a todo lo que me pasa.
-Pero, ¿sale o es más casera?
-Soy muy casera y de noche salgo siempre a algún lado. Soy salidora
nocturna. Fui actriz toda mi vida acostándome tarde. Si después de comer
sigo acá y no salgo a la calle me vuelvo loca.
-¿En Uruguay va al teatro?
-Mirá… no me hables del Uruguay que me pregunto dónde queda. ¡Hace tanto que no voy!
-Pero estuvo allá el mes pasado, por su cumpleaños.
-Bueno, voy un día, medio día.
-¿No tiene tiempo?
-No… hay ciertas cosas que te van diciendo "te estás pasando". Voy a
Montevideo y me canso, entonces los invito a venir. Siempre tengo la
casa llena de uruguayos.
-Y ahora, aparte de la obra actual, ¿tiene ganas de hacer otra?
-Sí, quiero hacer una comedia y ver en la platea a 50 o 60 personas riéndose. Nada más que eso.
"Mujica parece un personaje inventado"
Será que tan mimetizada está la vida de China Zorrilla con el teatro que
algunos episodios de su vida parecen escritos por un guionista de
comedia. Casi un gag es, por ejemplo, la anécdota que narra cómo conoció
a la presidenta argentina, Cristina Fernádez. "Un día mi sobrina me
dice: `¿Es verdad que conocés a la presidenta?` Y yo le miento: `Sí,
somos íntimas. La llamo por teléfono si querés`. Y no me preguntes por
qué tenía el teléfono de la Casa Rosada. Llamo, digo que soy yo y me
atiende ella. ¿Podés creer ese cuento? ¡Me atendió! Yo creí que era un
chiste, que no podía ser".
-Después de esa primera charla, ¿se han reunido?
-¡Sí!
-Usted comentó que le tomó cariño a la pareja presidencial …
-Sí, yo creo mucho en mi piel. A veces me preguntan por qué soy amiga de
Fulano y yo no sé, pero después de años me doy cuenta porqué, porque
pasó algo, dijo algo o yo viví algo… Sí, es una mujer que te inspira
cariño. Ella lloraba por las cosas que habían pasado en Argentina. A mí
me inspira confianza Cristina. Y pienso en casi la ironía de esa muerte.
La llamo a veces. Ella se preocupa por todo lo que está pasando. Está
al tanto de todo. Y él era encantador. Es uno de esos misterios… Yo me
muero si se me muere un marido como le pasó a ella.
-En febrero también la vino a visitar José Mujica, luego que usted dijera que tenía muchas ganas de conocerlo.
-No te puedo explicar mi asombro al verlo sentado ahí. Se quedó mucho
rato. Y de repente me dice: "Se me ha hecho tarde" y lo fui a despedir.
Se corrió la voz de que había venido y mientras él estaba acá, en la
vereda estaba "así" de gente esperando que saliera, porque parece un
personaje inventado. ¡Te juro, parece inventado! Es un tipo que se
sienta ahí y parece que tuviera la letra dada. Y cuando salió afuera -no
se me había ocurrido nunca eso, qué hace que alguien sea popular-
estaba lleno de gente esperándolo. Parece inventado por un dibujante,
vos viste, ¿no? Un día le preguntaron qué tenía de bienes y él mencionó
la chacra, el auto y le dicen: "¿Nada más?" y él contesta: "¿Para qué
más?". Parece inventado de estos chistes de las revistas.
Perciavalle, Hitler y Eva Braun en Bariloche
En enero pasado, entrevistado por Orlando Petinatti en el programa
radial Malos pensamientos, Carlos Perciavalle aseguró que, en 1970, él y
China Zorrilla vieron a Adolf Hitler en Argentina. De acuerdo al actor,
por entonces ambos se encontraban en Bariloche presentando Canciones
para mirar, de María Elena Walsh, y se hospedaban en el hotel El Casco,
cuando un empleado del lugar les anunció que el dueño quería saludarlos.
"Nos llevaron afuera y nos enfrentamos a un muro de 25 metros de
altura, se abrió el portón y aparecieron doce perros Doberman que nos
dejaron petrificados. Entramos a una casa gigantesca que estaba llena de
alemanes y sentados en el centro estaban Hitler y Eva Braun. China y yo
nos quedamos mudos. Hitler seguía teniendo los bigotes como siempre,
nos miramos con pánico y huimos rápidamente. (...) Nunca hablamos de
esto", aseguró. Si bien la declaración repercutió de inmediato en
decenas de medios de la región, la actriz no se había pronunciado
públicamente al respecto.
-China, ¿escuchó lo que dijo Perciavalle?
-Contame. ¿Qué dijo Carlitos?
-Que una vez, en 1970, estando con usted, les pareció haber visto a Hitler.
-Sí. Yo nunca hablo de eso. Entre Carlitos que siempre es tan conocido
por los cuentos que hace y yo que tengo dos mil años y estoy contando
estas cosas raras que me pasan en la vida... Es un episodio que quiero
sacar de mi vida, porque no sé… Tanta gente me preguntó. Y Carlitos me
dijo: `¿Pero no te acordás?` Y yo no quiero acordarme y que haya sido
cierto. Y no quiero acordarme y pensar que estoy inventando todo. ¿Te
das cuenta? Tengo eso sin resolver. No estoy segura. Y después me veo
preguntando a la gente, que dice: `Claro si en esa época es cuando
Hitler estaba huyendo de no sé dónde`, y no sé si me lo inventan. Hay
tantas cosas imposibles en este mundo. Carlitos es muy imaginativo, pero
no puede hacer un chiste sobre eso. Podés decir que viste a Juan Pérez
por la calle, pero no a Hitler. Es ir muy lejos con la fantasía.
Carlitos no es bobo. Él está convencido de que lo vio. En un hotel…
¿Cómo es la historia que cuenta?
-Que estaban en un hotel de Bariloche, entraron a una sala, y lo vieron a Hitler con Eva Braun...
-Carlitos es muy inventivo, una vez que dice una cosa que es verdad no
le cree nadie. Si lo dice (Federico) Luppi le creemos todos, pero a
Carlitos qué le vas a creer. Es tan inventador de historias. Pero es un
tema sobre el que no quiero volver a entrar, porque tengo miedo de que
haya sido Hitler. Te juro que no sé si es verdad o no.