El Diario Secreto del Almirante Richard
E. Byrd
Debo escribir este diario a escondidas y en absoluto secreto. Se refiere a mi
vuelo Ártico del 19 de febrero del año 1947. Vendrá un tiempo en el que la racionalidad
de los hombres deberá disolverse en la nada y entonces se deberá aceptar la
inevitabilidad de la Verdad. Yo no tengo la libertad de divulgar la documentación que
sigue, quizás nunca verá la luz, pero debo, de cualquier forma, hacer mi deber y
relatarla aquí con la esperanza de que un día todos puedan leerla, en un mundo en el que
el egoísmo y la avidez de ciertos hombres ya no podrán suprimir la Verdad.
Extensiones de hielo y nieve bajo nosotros, vistas coloraciones amarillentas
con dibujos lineales. Alterada la ruta para un mejor examen de estas configuraciones
coloreadas, también vistas coloraciones violáceas y rosadas. Tanto la
brújula magnética como la aguja giroscópica comienzan a girar y a oscilar, no nos es
posible mantener nuestra ruta con los instrumentos. Señalamos la dirección con la
brújula solar, todo parece aún en orden. Los controles parecen lentos en la respuesta y
en el funcionamiento, pero no hay indicación de congelamiento.
29 minutos de vuelo transcurridos desde el primer avistamiento de los montes,
no se trata de una alucinación. Es una pequeña cadena de montañas que nunca habíamos
visto antes.
Además de las montañas hay algo que parece ser un valle con un pequeño río
o riachuelo que discurre hacía la parte central. ¡No debería haber ningún valle verde
aquí abajo!. ¡Hay algo decididamente extraño y anormal aquí! ¡Deberíamos sobrevolar
sólo hielo y nieve!. A la izquierda hay grandes bosques en las laderas de los montes.
Nuestros instrumentos de navegación todavía giran como enloquecidos.
Altero la altitud a 1400 pies y efectúo un giro completo a izquierda para
examinar mejor el valle que está debajo. Es verde con musgo e hierba muy tupida. La luz
aquí parece diferente. No soy capaz de ver el Sol. Damos otro giro a la izquierda y
avistamos algo que parece ser algún tipo de gran animal. ¡Se parece a un elefante!
¡¡¡NO!!!. ¡Parece ser un mamut!. ¡Es increíble! ¡Sin embargo es así!. Descendemos
a cota 1000 pies y uso un prismático para examinar mejor al animal. Está confirmado, se
trata de un animal semejante al mamut.
Encontramos otras colinas verdes. El indicador de la temperatura exterior
marca 24º centígrados. Ahora seguimos sobre nuestra ruta. Los instrumentos de abordo,
ahora, parecen normales. Quedo perplejo ante sus reacciones. Intento contactar el campo
base. La radio no funciona.
El paisaje circundante parece nivelado y normal. Delante de nosotros avistamos
aquello que parece ser ¡¡¡una ciudad!!!. ¡Es imposible!. El avión parece ligero y
extrañamente flotante. ¡Los controles se niegan a responder!. ¡Dios mío!. A nuestra
derecha y a nuestra izquierda hay aparatos de extraño tipo. Se aproximan y algo irradia
de ellos. Ahora están bastante cerca para ver sus insignias. Es un símbolo extraño.
¿Dónde estamos?. ¿Qué ha sucedido?. Otra vez tiro decididamente de los mandos.
¡¡¡No responden!!!. Estamos atrapados firmemente por una especie de invisible cepo de
acero.
¡Nuestra radio grazna y llega una voz que habla en ingles con acento que
parece decididamente nórdico o alemán!. El mensaje es:
Bienvenido a nuestro territorio, Almirante. Os haremos aterrizar exactamente dentro de
siete minutos. Relajaros, Almirante, estáis en buenas manos -. Me doy cuenta de
que los motores de nuestro avión están apagados. El aparato está bajo un extraño
control y ahora vira sólo.
Recibimos otro mensaje radio. Estamos iniciando la maniobra de aterrizaje y en
breve el avión vibra ligeramente comenzando a descender como sostenido por un enorme,
invisible, ascensor.
Algunos hombres se están aproximando, a pie, al avión. Son altos y tienen el
pelo rubio. A lo lejos hay una gran ciudad destellante, vibrante con los colores del arco
iris. No sé lo que sucederá ahora, pero no veo trazas de armas sobre los que se
aproximan. Ahora oigo una voz que me ordena, llamándome por mi nombre, de abrir la
puerta. Ejecuto.
Después de estos apuntes, sacados del diario de abordo, el Almirante anota lo
que sucede:
De este punto en adelante escribo los acontecimientos que siguen,
volviéndolos a llamar a la memoria. Esto asienta la imaginación y parecería una locura
sino hubiese acaecido verdaderamente.
El técnico y yo fuimos sacados del avión y acogidos cordialmente. Luego fuimos
embarcados sobre un pequeño medio de transporte semejante a una plataforma pero sin
ruedas. Nos condujo hacia la ciudad destellante con extrema celeridad. Mientras nos
aproximábamos, la ciudad parecía hecha de cristal. Alcanzamos en poco tiempo un gran
edificio, de un estilo que nunca, antes, había visto. ¡Parecía haber salido de los
diseños de Frank Lloyd Wright, o quizás más precisamente de una escena de Buck Rogers!.
Nos ofrecieron un tipo de bebida caliente de algo que nunca había saboreado. Era
deliciosa. Después de unos 10 minutos, dos de nuestros sorprendentes anfitriones vinieron
a nuestro alojamiento, invitándome a seguirlos. No tenía otra elección que obedecer.
Deje a mi técnico-radio y caminamos un poco hasta entrar en aquello que parecía ser un
ascensor. Descendimos durante unos instantes, el ascensor se paró y la puerta se deslizó
hacia arriba silenciosamente. Proseguimos luego por un largo corredor iluminado por una
luz rosa que parecía emanar de las mismas paredes.
Uno de los seres hizo señal de pararnos ante una gran puerta. Encima de esta había una
inscripción que yo no estaba en grado de leer. La gran puerta se deslizó sin ruido y fui
invitado a entrar. Uno de los anfitriones dijo: No tenga
miedo, Almirante, vais a tener un coloquio con el Maestro. Entré y mis ojos
se adecuaron lentamente a la maravillosa coloración que parecía llenar completamente la
estancia.
Entonces comencé a ver aquello que me rodeaba. Aquello que se mostró a mis ojos era la
vista más sorprendente de toda mi vida. En efecto, era demasiado magnifica para poder ser
descrita. Era deliciosa. No creo que existan términos humanos capaces de describirla, en
cada detalle, con justicia. Mis pensamientos fueron interrumpidos dulcemente por una voz
cálida y melodiosa: Le doy la bienvenida a nuestro
territorio, Almirante.
Vi un hombre de facciones delicadas y con las señales de la edad sobre su rostro. Estaba
sentado en una mesa grande. Me invitó a sentarme en una de las sillas. Después de
sentarme, unió la punta de sus dedos y sonrió. Habló de nuevo dulcemente y dijo cuanto
sigue: Lo hemos dejado entrar aquí porque usted es de
carácter noble y bien conocido en el mundo de superficie, Almirante-. ¡Mundo de
superficie! ¡Casi quede sin aliento!.
Si recalcó el Maestro con una sonrisa Usted se encuentra en el territorio de los Arianos, el Mundo sumergido de
la Tierra. No retardaremos mucho su misión y seréis acompañados de vuelta sobre la
superficie y además sin peligro. Pero ahora, Almirante, le diré el motivo de su
convocación aquí. Nuestro interés comenzó exactamente inmediatamente después de la
explosión de la primera bomba atómica por parte de vuestra raza sobre Hiroshima y
Nagashaki, en Japón. Fue en aquel momento inquietante cuando expedimos sobre vuestro
mundo de superficie nuestros medios voladores.
Los Flugelrads, para investigar sobre aquello que vuestra raza había hecho. Esta es,
obviamente, historia pasada, Almirante, pero permítame seguir. Vea, nosotros nunca, antes
de ahora, habíamos interferido en las guerras y en la barbarie de vuestra raza, pero
ahora debemos hacerlo en cuanto vosotros habéis aprendido a manipular un tipo de
energía, la atómica, que no es, de hecho, para el hombre. Nuestros emisarios ya han
entregado mensajes a las potencias de vuestro mundo y sin embargo estas no los atienden.
Ahora usted ha sido elegido para ser testigo de que nuestro mundo existe. Vea, nuestra
cultura y nuestra ciencia están miles de años por delante de las vuestras,
Almirante. Lo interrumpí: ¡Pero todo esto que tiene que ver conmigo,
Señor!. Los ojos del Maestro parecían penetrar de forma profunda en mi mente y
después de haberme estudiado un momento, contestó: Vuestra
raza ha alcanzado el punto de no retorno, porque hay algunos, entre vosotros, que
destruirían todo vuestro mundo antes que renunciar al poder, así como lo
conocen
.
Asentí y el Maestro continuó: Desde 1945 en adelante, hemos
intentado entrar en contacto con vuestra raza pero nuestros esfuerzos han sido acogidos
con hostilidad: se hizo fuego contra nuestro Flugelrads. Si, hasta fueron seguidos con
maldad y animosidad por vuestros aviones de combate. Así ahora, hijo mío, le digo que
hay una gran tempestad en el horizonte, para vuestro mundo, una furia negra que no se
extinguirá durante varios años. No habrá defensa con vuestras armas, no habrá
seguridad en vuestra ciencia. Asolará hasta que cada flor de vuestra cultura haya sido
pisoteada y todas las cosas humanas sean dispersadas en el caos. La reciente guerra ha
sido solamente un preludio a cuanto todavía debe advenir a vuestra raza.
Nosotros, aquí, podemos verlo más claramente a cada hora
¿Cree que me
equivoco?. No contesté ya ha sucedido una vez en el
pasado; llegaron los años oscuros y duraron 500 años. ¡Si,
hijo mío replicó el Maestro los años oscuros que llegarán ahora para
vuestra raza, cubrirán la Tierra con un paño mortuorio, pero creo que alguno, entre
vosotros, sobrevivirá a la tempestad, más que esto no sé!. Nosotros vemos en un futuro
lejano emerger de nuevo, de las ruinas de vuestra raza, un mundo nuevo en busca de sus
legendarios tesoros perdidos y estos estarán aquí, hijo mío, al seguro en nuestro
poder. Cuando llegará el momento apareceremos para ayudar a vivir vuestra cultura y
vuestra raza.
Quizás, para entonces, habréis aprendido la futilidad de la guerra y de su lucha
y
después de aquel momento una parte de vuestra cultura y ciencia os serán restituidas
para que vuestra raza pueda recomenzar. Usted, hijo mío, debe volver al Mundo de
Superficie con este mensaje
. Con estas palabras decisivas, nuestro
encuentro parecía llegar a término. Por un momento me pareció vivir un sueño
y,
sin embargo sabía que aquella era la realidad y por alguna extraña razón me incline
levemente, no sé si por respeto o humildad. De improviso me di cuenta de que los dos
fantásticos anfitriones, que me habían conducido aquí, estaban de
nuevo a mi lado. Por aquí, Almirante, me indicó
uno de Ellos.
Me giré una vez más antes de salir y miré al Maestro. Una dulce sonrisa estaba impresa
en su anciano y delicado rostro. Adiós, hijo mío,
me dijo e hizo un gesto suave con su grácil mano, un gesto de paz y nuestro encuentro
llegó definitivamente a su fin. Salimos rápidamente de la estancia del Maestro por la
gran puerta y entramos otra vez en el ascensor. La puerta descendió silenciosamente y nos
movimos inmediatamente hacía lo alto.
Uno de mis anfitriones habló de nuevo: Ahora debemos apresurarnos, Almirante, en
cuanto el Maestro no desea retardar más vuestro programa previsto y debéis volver a
vuestra raza con su mensaje. No dije nada, todo esto era casi inconcebible y, una
vez más mis pensamientos se interrumpieron apenas nos paramos. Entré en la estancia y
estuve de nuevo con mi tecnico-radio. Tenía una expresión ansiosa sobre su rostro.
Acercándome dije: Todo esta bien, Howie, todo esta bien.
Los dos seres nos señalaron el medio en espera, salimos y pronto alcanzamos nuestro
avión. Los motores estaban al mínimo y nos embarcamos inmediatamente. La atmósfera,
ahora, estaba cargada de un cierto aire de urgencia. Cuando la puerta estuvo cerrada, el
avión fue inmediatamente transportado a lo alto por aquella fuerza invisible hasta que
alcanzamos los 2.700 pies. Dos de los medios aéreos estaban a nuestros flancos, a una
cierta distancia, haciéndonos planear a lo largo de la vía del retorno. Debo remarcar
que el indicador de velocidad no indicaba nada, sin embargo nos estabamos moviendo muy
rápidamente.
Recibimos un mensaje radio: Ahora os dejamos, Almirante,
vuestros controles están libres. ¡¡¡Wiedersehen!!! Miramos por un instante los
Flugelrads, hasta que desaparecieron en el cielo azul pálido. El avión pareció, de
improviso, capturado, por una corriente ascensional. Tomamos inmediatamente el control. No
hablamos durante un rato, cada uno de nosotros estaba inmerso en sus propios pensamientos.
Sobrevolamos nuevamente extensiones de cielo y nieve, a unos 27 minutos del campo
base. Enviamos un mensaje radio, nos contestan. Tenemos condiciones normales
normales. Del campo base expresan alivio por haber establecido nuevamente el contacto.
Aterrizamos suavemente en el campo base. Tengo una misión que cumplir.
11 de marzo de 1947. He tenido, apenas, un encuentro de Estado Mayor en el
Pentágono. He relatado enteramente mi descubrimiento y el mensaje del Maestro. Todo ha
sido debidamente registrado. El Presidente ha sido puesto al corriente. Me retienen
algunas horas (exactamente 6 horas y 39 minutos). Soy cuidadosamente interrogado por las
Top Security Forces y por un equipo médico. ¡¡¡Es un tormento!!!. Me ponen bajo
estrecho control de los medios de Seguridad Nacional de los Estados Unidos de América. Me
recuerdan que soy un militar y que, por consiguiente, debo obedecer las ordenes.
Última anotación: 30 de diciembre de 1956. Estos últimos años, transcurridos
desde el 1947 hasta hoy, no han sido buenos
He aquí, pues, mi última anotación en
este singular diario. Concluyendo, debo afirmar que, debidamente, he mantenido secreto
este argumento, como se me ordenó, durante todos estos años. He hecho esto contra todo
principio mío de integridad moral. Ahora siento aproximarse la gran noche y este secreto
no morirá conmigo, sino, como toda verdad, triunfará.
Esta es la única esperanza para el género humano. ¡He visto la verdad y esta ha
revigorizado mi espíritu donándome la libertad!. He hecho mi deber con relación al
monstruoso complejo industrial militar. Ahora la larga noche comienza a aproximarse, pero
habrá un epílogo. Como la larga noche del Antártico termina, así el sol brillante de
la verdad surgirá de nuevo y aquellos que pertenecen a las tinieblas perecerán a su
luz
Porque yo he visto Aquella Tierra más allá del Polo, aquel Centro del
Gran Desconocido. |